―Vamos Luna, venga arriba que llegamos tarde al cole. Sonaba de fondo esa letrilla cada mañana mientras Lunita abría los ojos. Ahí estaba su botella-lámpara bien brillante en la mesita de noche. Ella la miraba con admiración: ―¿Cómo algo tan simple puede brillar tanto?. Decía cerrando fuertemente los ojos. De repente se ve en medio de mucha gente que la mira de arriba a abajo ignorándola a pesar de que ella quiere hablar y decir lo que tiene en la cabeza. No entiende nada, el agobio cada vez tensa más el ambiente. El oxígeno escasea.
―¿Pero otra vez te has dormido hija? ¡Ay! Venga apaga la lámpara y a desayunar.
―No es un lámpara, mamá. Es mi "superbotella". Brilla como nadie y quiero ser como ella de mayor.
―Tú ya brillas hija, eres muy guapa, mírate.
―"Ya...¿Qué es ser guapa, mamá?
―Eh... pues... que tienes unos rasgos bonitos... y…
―He soñado que estaba en mitad de mucha gente queriendo hablar pero nadie me escuchaba, solo miraban. Era muy raro. Quería contarles que he sacado muy buenas notas pero solo sentía ojos grandes sobre mí. ¿Estoy loca mami?"
―No hija, no. Tienes razón, no brillas porque eres guapa, brillas porque eres tú. Si algún día sientes que no te escuchan lo que sientas decir: grita. ¡Aaaaaaaaaaah!
―Me has dejado sorda, ahora quien no oye soy yo.
―Lo siento, lo siento. Que llegamos tarde al cole, hija. ¡Correee!
Luna llegó tarde al cole pero ese día aprendió algo mas sobre cómo defenderse ante este mundo machista y superficial. Todo es empezar y de ahí a salir rodando.

Texto y foto: La Pava
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